Eficiencia, una carencia de nuestro modelo político, económico y social.
>> domingo, 21 de marzo de 2010
Uno de los mayores males de nuestra economía, sino el mayor, es la baja tasa de eficiencia de nuestras empresas. -Bueno, sin contar con la ineficiencia política.- Es curioso como las PYMES que representan el 99,87 por ciento de total de negocios en España, sólo sean capaces de proporcionar el 67% del empleo total y un 65% del PIB. Las multinacionales, sin embargo llegan -con tan pequeño porcentaje del total, menos del 0,20 por ciento- a una nada despreciable cifra del 14-15% del PIB. Cierto es las ventajas administrativas que tienen las multinacionales en comparación con las Pymes; pero aun así, sigue siendo un abismo.
Aún siendo un mal dato, es esperanzador por el gran horizonte que nos deja. Al contrario de otras economías más industrializadas, nuestro margen de modernización y mejora es enorme. Y ello bien utilizado es toda una bendición. Es mucho el trabajo que debemos hacer, y para ello tendremos que realizar importantes cambios, tanto a nivel político como individual y social.
Deberíamos de zambullirnos, sumergirnos a todos los niveles en una cultura de la eficiencia. Al igual que aquella famosa y repetitiva cantinela (no voy ahora a dar mi opinión) sobre el uso del preservativo. Pues algo semejante a modo de mantra, deberíamos de hacer con la eficiencia. Sólo con coco…sólo con eficiencia… y grabarlo a fuego.
Nuestras empresas se ven sumidas en grandes gastos por bajo nivel de competitividad. Fabricar cualquier producto nos cuesta más que a la competencia. Nuestros costos por procesos de bajo rendimiento (cop3) nos dejan en un mal lugar para competir con otros productos en el mercado. ¡Ya no valen excusas, hemos de ponernos las pilas! Las empresas han de asumir su parte de responsabilidad y dar un paso hacia la modernidad. Ya está bien de auto compadecerse. Millones de familias dependen de ello. Todos dependemos de ello.
Esta crisis sería más llevadera si nuestros procesos fueran en esa línea. Necesitamos una industria moderna, flexible, preparada para el cambio. Sumida en una política de mejora continua. Algo que los japoneses adoptaron hace mucho tiempo y que hasta hace unos años les ha ido muy bien. Ahora están en una fase de colapso y estancamiento, que muestra de forma clara cual será el futuro de nuestra economía global. Algo que en poco tiempo sucederá en Alemania, Francia, USA y que provocará grandes cambios y terribles crisis que dejarán pequeña a la actual. Pero eso, por ahora, lo dejaremos para otro día.
Hasta ahora todo han sido parches, y parece que seguiremos en esa línea. Antes de la entrada del euro, teníamos una moneda la cual devaluar, una chapuza, pero ante tales despropósitos muy efectiva para mantener nuestra competitividad. Algo que por cierto, los chinos, y muchos países emergentes siguen haciendo. Otra chapuza es la de bajar salarios, pero sin atisbo de mejores soluciones, y a estas alturas de partido, parece inevitable si queremos seguir siendo competitivos. Luego se escuchan otras, como la edad de jubilación…etc.
Todo esto estaría muy bien si fueran medidas pasajeras, coyunturales, encaminadas a salir del pozo en el que nos encontramos. Y a partir de ahí coger el toro por los cuernos, meternos de una vez en la Champions League, como dijo nuestro presidente. Sin embargo, mucho tendrán que cambiar las cosas para que eso suceda. De momento me temo que seguiremos por la senda de la chapuza. Algo que desgraciadamente se nos da muy bien.
Siempre he creído que la entrada en el euro -aún con los desequilibrios en que lo hicimos- era una muy buena oportunidad de aprendizaje, una muy buena excusa para convertirnos en una nación seria, fuerte, capaz de sacrificarse y trabajar hacia la eficiencia. De aprender de los mejores, quitarnos los complejos, las legañas del pasado y resurgir con fuerza. Hemos tenido facilidades para hacerlo y las hemos desperdiciado apostando por el dinero fácil. Y ya sabemos que a la larga, sin esfuerzo no hay beneficio; y así estamos.
Nuestra política educativa es totalmente ineficiente, nuestros estudiantes salen adormilados de los “templos del conocimiento”. Asustadizos y nada aventureros, dan la espalda a actividades emprendedoras, y desgraciadamente muy encaminados al empleo público. Luego los pocos que se atreven salen con una idea muy a la española: pelotazo y dinero rápido. Sin olvidarnos de las empresas familiares, las cuales, la gran mayoría sigue con una idea muy tayloriana y conservadora de lo que es un negocio. En este sentido hace falta una gran revolución. Aire fresco y mucha, mucha creatividad. Sólo hay que echar un vistazo por las ofertas de empleo, para ver la mediocridad imperante. Todo gris y repetitivito, parece que el mercado sólo quiere clones. Clones del despropósito.
Las políticas económicas, eso de lo cual carecemos, deberían de ir encaminadas hacia un nuevo modelo económico basado en la eficiencia. Además tenemos un clima, un paisaje y un potencial como país maravilloso. Sería catastrófico no seguir apostando por el turismo. Pero hagámoslo con eficiencia, enfocados en la calidad total. Mejor servicio, mayor seguridad, infraestructuras, limpieza… Una mejora sustancial como imagen de marca país.
Muchas son las políticas de estado encaminadas a favorecer, incentivar y crear el contexto necesario para lograr un verdadero cambio cultural hacia una nueva y más eficiente forma de entender la economía. Para ello una buena medida sería solucionar y aceptar de una vez por todas, los problemas de deuda y morosidad de nuestro sistema financiero. Ya sea socializando la deuda o cerrando las entidades que estén en bancarrota. Por muy duro que sea, siempre será mejor que no hacer nada y seguir viendo como el crédito no llega. Nos ponemos a cero, y ahora sí, empezamos a hacer bien las cosas. A partir de ese momento podemos poner todos los recursos en ello.
El cierre del Bulli es un claro ejemplo de falta de eficiencia, profesionalidad y método de trabajo. Un verdadero problema cultural que muestra cómo se puede ir al traste un gran negocio que lo tenía todo para seguir triunfando y no fue capaz de continuar hacia delante. Nos muestra lo importante que es rodearse de verdaderos profesionales, saber delegar y buscar la excelencia en todo lo que se hace. Ya sea preparar un nuevo postre o interpretar y buscar ineficiencias en un balance. Cuántas familias e ilusiones se han ido por la borda. Triste guinda que culmina esa gran estafa llamada el milagro español.
Ahora sólo nos queda mejorar.