Transgénicos, una mentira que engorda a unos pocos

>> lunes, 6 de abril de 2009

Sólo el 2 por ciento de la población norteamericana se dedica a la agricultura actualmente. Durante miles de años la agricultura y la evolución humana crecían conjuntamente. Los agricultores guardaban las semillas y las plantaban una vez recogida la cosecha y así indefinidamente. Eran miles las variedades que se podían encontrar de un mismo tipo de cultivo. Por ejemplo en China había miles de variedades de arroz.

A partir de la primera guerra mundial, y como consecuencia del desarrollo de armas químicas, surgieron los primeros fertilizantes no orgánicos. Y ya en la segunda guerra mundial se perfeccionaron con los gases nerviosos. Erigiéndose el DDT como gran aliado de la agricultura. Prometiendo mejores cosechas a precios más bajos. A todo esto, junto a la mejora de técnicas en la plantación de semillas lo llamaron la revolución verde. Se discute si estos inicios partían de una buena causa, debido a la enorme población que pasaba hambre.

A raíz de estas mejoras, décadas después, se observó un aumento de la producción agrícola y degenerando en la plantación de un solo tipo de cultivo. Este monocultivo uniformó genéticamente los campos, produciendo grandes carencias ecológicas, que fueron aprovechadas por insectos y enfermedades, causando grandes hambrunas. Cebándose mayoritariamente en las zonas de monocultivo. Actualmente el 97 por ciento de variedades de vegetales está extinguido.

Los agricultores para combatir estas plagas, entraron en una espiral de utilización desmedida de insecticidas, herbicidas y fertilizantes, cuanto más usaban, más necesitaban. Incrementando el costo, contaminando las aguas y creando riesgos para la salud.

En 1970 Monsanto introdujo un potente herbicida llamado RoundUp, que además de matar cualquier insecto también era perjudicial para la planta. Ya en 1990 la misma empresa introduce unas semillas modificadas genéticamente que son resistentes al potente herbicida. Pasando de la revolución verde a la revolución genética. De esta forma, la empresa que comercializa el herbicida, también vende las semillas. Y éstas son registradas como un herbicida más. Así que tenemos unas semillas de maíz propiedad de una multinacional. Los alimentos habían sido excluidos del registro de patentes por ser un producto vital y de primera necesidad. Pero saltándose ese acuerdo el senado de los Estados Unidos levantó esa prohibición, presionado por el poder económico de Monsanto.

El problema y diferencia con la medicina genética es que cuando una planta modificada genéticamente sale del laboratorio ya no puede ser controlada. Y sus consecuencias pueden ser impredecibles.

Un tema de gran polémica, es cuando un insecto, vía aérea, poliniza una planta orgánica, convirtiéndose de esta manera en propiedad de Monsanto, aún cuando el agricultor no lo haya querido. Es evidente que no se le pueden poner puertas al campo. Otro problema que tienen los agricultores orgánicos, es que más del 60 por ciento de plantas transgénicas son iguales que las genuinas. Así que cuando el agricultor se haya dado cuenta, posiblemente tenga todo la plantación contaminada, y tenga que pagar un
canon a la patente.


Continuará...

1 comentarios:

Tomás Beldad 18 de abril de 2009, 18:19  

Debido al debate que generan los transgénicos necesitaba información para saber cuales son sus consecuencias sobre la salud. gracias al LOBO que puso este enlace voy ha poder estar informado. Gracias y un saludo.

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